Papa León XIII

María Santísima: cumbre de los milagros de Dios

Papa Beato Pío IX - La voz de los Papas

En la bula en la que declara el dogma de la Inmaculada Concepción, Pío IX enaltece los incontables privilegios y virtudes de Nuestra Señora, consciente de que nada es suficiente para exaltar a aquella que es superior a toda alabanza humana y angélica.

La criatura más unida a Dios

La gloriosísima Virgen, en quien hizo cosas grandes el Poderoso, brilló con tal abundancia de todos los dones celestiales, con tal plenitud de gracia y con tal inocencia, que resultó como un inefable milagro de Dios, más aún, como el milagro cumbre de todos los milagros y digna Madre de Dios, y allegándose a Dios mismo, según se lo permitía la condición de criatura, lo más cerca posible, fue superior a toda alabanza humana y angélica.

Y, por consiguiente, para defender la original inocencia y santidad de la Madre de Dios, los Padres de la Iglesia no sólo la compararon muy frecuentemente con Eva todavía virgen, todavía inocente, todavía incorrupta y todavía no engañada por las mortíferas asechanzas de la insidiosísima serpiente, sino que también la antepusieron a Ella con maravillosa variedad de palabras y pensamientos. Pues Eva, miserablemente complaciente con la serpiente, cayó de la original inocencia y se convirtió en su esclava; mas la Santísima Virgen aumentando de continuo el don original, sin prestar jamás atención a la serpiente, arruinó hasta los cimientos su poderosa fuerza con la virtud recibida de lo alto.

Por lo cual jamás dejaron de llamar a la Madre de Dios: lirio entre espinas; tierra absolutamente intacta, virginal, sin mancha, inmaculada, siempre bendita, y libre de toda mancha de pecado, de la cual se formó el nuevo Adán; paraíso intachable, vistosísimo, amenísimo de inocencia, de inmortalidad y de delicias, por Dios mismo plantado y defendido de toda intriga de la venenosa serpiente; árbol inmarchitable, que jamás carcomió el gusano del pecado; fuente siempre limpia y sellada por la virtud del Espíritu Santo; divinísimo templo o tesoro de inmortalidad, o la única y sola hija no de la muerte, sino de la vida; germen no de la ira, sino de la gracia, que, por singular providencia de Dios, floreció siempre vigoroso de una raíz corrompida y dañada, fuera de las leyes comúnmente establecidas.

Mas, como si estas cosas, aunque muy gloriosas, no fuesen suficientes, declararon, con propias y precisas expresiones, que, al tratar de pecados, no se había de hacer la más mínima mención de la santa Virgen María, a la cual se concedió más gracia para triunfar totalmente del pecado; profesaron además que la gloriosísima Virgen fue reparadora de los padres, vivificadora de los descendientes, elegida desde la eternidad, preparada para sí por el Altísimo, vaticinada por Dios cuando dijo a la serpiente: «Pondré enemistades entre ti y la mujer» (cf. Gén 3, 15). […]

 

Ornato y baluarte de la Santa Iglesia

Mas sentimos firmísima esperanza y confianza absoluta de que la misma

Santísima Virgen —que toda hermosa e inmaculada trituró la venenosa cabeza de la

cruelísima serpiente y trajo la salud al mundo; que es gloria de los profetas y

de los apóstoles, honra de los mártires, alegría y corona de todos los santos; que es

refugio segurísimo de todos los que peligran y fidelísima auxiliadora y poderosísima

mediadora y conciliadora de todo el orbe de la tierra ante su unigénito Hijo;

que es resplandeciente y extraordinario ornato de la Santa Iglesia; y firmisimo

baluarte que destruyó siempre todas las herejías y libró siempre de las mayores

calamidades de todo tipo a los pueblos fieles y naciones, y a Nos mismo nos sacó de

tantos amenazadores peligros— hará con su valiosísimo patrocinio que

nuestra Santa Madre, la Iglesia Católica, removidas todas las dificultades y

vencidos todos los errores, en todos los pueblos, en todas partes, tenga vida

cada vez más floreciente y vigorosa y «domine de mar a mar, del Gran Río al

confín de la tierra» (cf. Sal 71, 8), y disfrute de toda paz, tranquilidad y libertad para que

consigan los reos el perdón, el remedio los enfermos, la fuerza los pusilánimes, el

consuelo los afligidos, la ayuda oportuna los que peligran; y despejada la oscuridad de la

mente, vuelvan al camino de la verdad y de la justicia los desviados y se forme un solo

redil y un solo pastor.

 

Bajo su amparo, nada hemos de temer

Escuchen estas Nuestras palabras todos Nuestros queridísimos hijos de la Iglesia Católica y continúen, con fervor cada vez más encendido de piedad, religión y amor, venerando, invocando, orando a la Santísima Madre de Dios, la Virgen María, concebida sin mancha de pecado original; y acudan con toda confianza a esta dulcísima Madre de misericordia y gracia en todos los peligros, angustias, necesidades y en todas las situaciones oscuras y tremendas de la vida.

Pues nada se ha de temer, de nada hay que desesperar, si Ella nos guía, patrocina, favorece, protege, pues tiene para con nosotros un corazón maternal, y ocupada en los negocios de nuestra salvación, se preocupa de todo el linaje humano, constituida por el Señor Reina del Cielo y de la tierra y colocada por encima de todos los coros de los ángeles y coros de los santos, situada a la derecha de su unigénito Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, alcanza con sus valiosísimos ruegos maternales y encuentra lo que busca, y no puede quedar decepcionada. ◊

Fragmentos de: PÍO IX.
Ineffabilis Deus, 8/12/1854.

Si esto te gustó, lo que viene te va a encantar​

Desde hace más de 20 años, nuestra asociación realiza actividades de evangelización y caridad en España.

Actualmente, estamos comprometidos con la evangelización digital y, por eso, en este sitio encontrarás abundante contenido católico, la Liturgia Diaria, la historia del Santo del Día, podrás enviar tus intenciones para la Santa Misa y también solicitar que te enviemos hermosos objetos de piedad católica.

Te invito también a visitar nuestras redes sociales: Facebook, Instagram y YouTube.